HIDRATACIÓN DURANTE EL IRONMÁN



Tras un Ironman se pierde en torno a 1-1.5 kg. de peso (1.5-2% del peso total) por la utilización de los hidratos de carbono, grasas y proteínas corporales para obtener energía. A esto se añade la pérdida de agua, en el caso de que no se compense completamente a través de la rehidratación. Se pierde agua a través de la sudoración, del vapor de agua de la espiración, de la orina y de las heces. Por lo tanto, si lo que se pretende es hidratarse en la misma medida que se pierde líquido, hay que contar con esa utilización de sustratos y agua. Es decir, un triatleta que pesase lo mismo antes de comenzar la prueba que al finalizarla, se habría sobrehidratado. Además, hay que tener en cuenta el suministro de agua metabólica, que es aquella que proviene de la degradación completa de los sustratos (se forma dióxido de carbono y agua) y de la liberación de la que se almacena junto al glucógeno (2.7 g. de agua por cada gramo de glucógeno). Así que cuando se están metabolizando los alimentos, se está aportando agua de manera endógena, por lo que la necesidad del suministro externo es ligeramente inferior.

La producción de sudor no es la misma en todas las personas y en todas las situaciones. Valores de temperatura ambiente, de temperatura del agua donde se nade y de humedad, más bajos suponen menos sudoración. También influye la superficie corporal, ya que cuanto más pequeño se sea, menor superficie corporal para desprender sudor, siendo mayor el riesgo de sobrehidratarse si no se reduce la ingesta. El nivel de rendimiento es otro factor. Cuanto más despacio se vaya menor será la necesidad de hidratarse, porque el ritmo metabólico será más reducido. En relación a esto último, en muchas ocasiones se ha cometido el error de trasladar las recomendaciones sobre hidratación e ingesta de alimentos energéticos para distancias cortas a pruebas de ultradistancia, cuando el ritmo metabólico comentado no es el mismo, y, por lo tanto, las necesidades del organismo no son las mismas.

Una práctica recomendada es medir las pérdidas habituales de líquido en los entrenamientos, para así conocer cuál puede ser la ingesta más adecuada. Bastaría con pesarse antes y después del entreno y añadir a la diferencia el líquido consumido. Por ejemplo, supongamos que un triatleta pesa 70 y 69 kg. antes y después de un entreno con bicicleta, respectivamente. Supongamos también que ha ingerido 1.5 litros de agua. Si quisiésemos averiguar cuál ha sido la pérdida de líquido tendríamos que sumar a la pérdida de peso el líquido repuesto. Es decir: 1
+ 1.5 = 2.5 kg. de pérdida de líquido. Se podría afinar más calculando la utilización de sustratos energéticos. De manera que si hiciésemos el cálculo para un entreno de dos horas en el que se produjesen 1200 calorías, habría que restar 0.2 kg. (suposición de sustrato utilizado) a esos 2.5 para estimar la necesidad de líquido si queremos ajustarnos a la pérdida. Conviene precisar que la supuesta pérdida de líquido sería mayor si no hubiésemos tenido presente el aprovechamiento del agua metabólica. Pero al poder reutilizarse, no la hemos tenido en cuenta en el cálculo. En el caso de que se hubiese orinado, también habría que haberlo tenido en cuenta en los cálculos.

En un estudio de Speedy y cols.(2001), se ha descrito que el ritmo de sudoración en Ironman es menor en el segmento de ciclismo que en el de carrera a pie, posiblemente debido a que se produce en el primero una mayor pérdida de calor por convección (transmisión del calor del organismo al aire cercano). Por su parte, la práctica nos dice que es en esta parte del triatlón donde más fácil es tomar alimentos. Ante estas dos premisas, nos interesa quedarnos en un punto de equilibrio que no suponga un aporte excesivo que pueda provocar problemas gástricos y/o intestinales, ni tampoco un desaprovechamiento de esa posibilidad de ingerir alimentos mayor que en la carrera a pie.